viernes, 13 de abril de 2012

Sus ojos


De sus ojos emanaban todo tipo de sentimientos: temor, miedo, sorpresa, desesperanza... sería imposible describirlos todos. Era el pequeño Minhaj, un niño somalí procedente del campamento de refugiados de Dadaab, uno de los más grandes de Somalia.
Entró en el hospital pesando 3 kilogramos, nadie daba nada por su vida, ni su propia familia. Cuando llegó a los médicos no se podían creer que una criatura de tan sólo 7 meses pudiese haber sobrevivido en aquellas condiciones. Era un niño fuerte, muy fuerte; luchaba y se debatía entre la vida y la muerte en aquel territorio tan hostil. Su madre, aún conociendo la hambruna que estaba pasando, le cedió la sangre que necesitaba para vivir en una transfusión. Los médicos quedaron asombrados del acto de amor de esta mujer, también desnutrida por la escasez de alimentos, que daba sus últimos suspiros de fuerza por su bebé. Los médicos y nutricionistas le instauraron una dieta intensiva de pasta de cacahuete enriquecida con vitamina y en poco tiempo salió del hospital pesando 4 kilogramos. Más tarde lo tuvieron que volver a ingresar, esta vez de tuberculosis, pero ya sin importancia. Su madre y toda su familia respiraban aliviados, porque todo el sufrimiento que tuvo que pasar Minhaj había acabado gracias a su ayuda y la de los médicos de las ONGs que están ayudando en países poco desarrollados.
Esta historia, nos sirve de ejemplo para saber que aún existen personas altruistas y de buen corazón en el mundo, que la mayor recompensa que les  puedes dar al salvar vidas es la sonrisa de aquellas personas a las que se la han salvado.
Sus ojos ya no desprenden angustia, ni desesperación, ni tristeza,... Únicamente se ve en ellos la alegría y el agradecimiento hacia estas buenas personas. Hoy, Minhaj es un niño sano y feliz.

Guille Sánchez

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