Ves una pequeña luz, una ilusión, ¿quién sabe si
óptica? Pero ¿y qué más da? Se te llena el cuerpo de felicidad. Todo es
perfecto. Te quedas mirándola, observando, pensando. Das un paso hacia ella.
Parece que todo va bien, sin problemas. Das otro paso. Exactamente la misma
sensación. Das otro paso, y otro y otro y otro y otro… casi llegas al final.
Estiras la mano. Intentas coger esa cosa luminosa, la agarras con las dos manos
y, de repente, algo tira de ti hacia abajo. Miras al suelo sin soltar tu bola
brillante y ves como desaparece dejando paso a un vacío abrumador. No te sale
gritar. No te sale hacer nada. Solo quedarte agarrado. Ahora solo te queda esa
luz, esa ilusión. Te aferras a ella, no quieres caer y, en el fondo ¿quién
quiere caerse? Vuelves a mirar hacia abajo. Solo ves como tus piernas patalean
en un intento nulo de salvarse. Después de ellas, solo negro, vacío, oscuridad.
Sigues sintiendo esa fuerza que tira de ti hacia abajo y, ahora, te incita a
soltarte. No quieres, no puedes, no debes, lo sabes. Pero es demasiada fuerza
para ti ¿o no? Solo tú lo sabes, o quizá no. Te desanimas. Pasa el tiempo. En
realidad no. Ahí no hay tiempo… espera un momento ¿dónde estás? No lo sabes
¿verdad? Tú nunca sabes nada. O eso piensas. No sabes hacer nada sin que te
salga mal o acabes colgada de una insignificante luz que no sabes siquiera que
es ¿eh? Nada. No sirves. Eres un deshecho. Suéltate ya, venga. Total, tú crees
que no va a importar, que no le va a importar a nadie… suéltate, venga,
suéltate ya ¡O no! ¡Espera! Todo eso es solo lo que piensas, o lo que crees que
piensas… o lo que te hacen pensar. Pero demasiado tarde… ya te has soltado. Muy
bien. Es tu elección, ahora carga tú solo con las consecuencias… ¿qué
consecuencias? Si te estás cayendo en el vacío no te puede pasar nada. Solo
caer infinitamente.
Te veo. En tu cara no hay expresión, solo unos ojos
que parecen huecos, sin fondo, como la oscuridad en la que caes. Ellos miran
con anhelo la luz. Miran lo que pudo ser suyo. Si solo hubieras luchado un poco
más… pero no. Que tú vas siempre a por lo fácil ¿verdad?
Sigues cayendo ¿vas a parar? Quizá nunca lo hagas,
quizá siempre ¿qué me haces decir? No tiene sentido. Vacío, vacío, vacío,
vacío, vacío, vacío… pero de repente, ¡pum! Un golpe, pero sin sonido. Sin
dolor. Una pompa, una pompa de jabón, de ilusión, vuelvo a decir ¿qué más da de
qué? Ahora no te sientes mal, tampoco bien. Silencio. Sigues mirando hacia la
luz, pero ya no se ve. Negro, negro, negro, y más negro. Esperas y esperas… te
gusta no esforzarte, pero no tanto, lo noto ¡vamos! Date la vuelta.
Ahora sigues gateando, por la confusión, supongo. Hay
ruido ¿verdad? Si, mucho ruido. Cláxones, voces, llantos, gritos, fieros
ladridos, portazos, un tren llegando a la estación. Sigues gateando y vuelve a
desaparecer el suelo, aunque ¿estás seguro de que a lo que estamos llamando
suelo, lo es? Ahora ya da igual. Caes mirando hacía abajo y ves una ciudad. Te
resulta familiar. Muy familiar. Caes. Cada vez todo se va haciendo más y más
grande, claro, porque te estás acercando. Cierras los ojos y aprietas los
dientes intentando no gritar. ¡ja! Otro intento nulo, pero bueno, para ti como
siempre.
Abres los ojos. Ya no hay ruido. Ya no caes. Todo se
ha acabado, o eso crees, pero si, eso parece. ¿Este es tu cuarto? Si, lo es. Te
estás despertando ¿eh? Creo que este sueño te ha dejado con una mala sensación,
o quizá no, pero a mi ¿qué más me da?
Sofía
Sofía