Era un día de verano, tengo 18 años y
estoy con mi primo pasando las vacaciones. Era agradable tener a alguien de mi
edad por el pueblo donde él vivía, siempre matábamos el rato de maneras
entretenidas, aun que nuestros padres o tíos a veces nos encargaban alguna
tarea, como recoger a los animales que estaban sueltos o llevar algún objeto a
casa de algún vecino.
Un día nos pidieron ayuda para buscar
un caballo que se había extraviado. Fuimos monte arriba, para ver si lo
encontrábamos, y mientras charlábamos de lo cotidiano: videojuegos, mujeres,
familia, preocupaciones en si. Cuando ya revisamos la zona y preguntamos a
algún vecino si había visto algún caballo sin propietario, decidimos volver
con las manos vacías. Pero de vuelta me fije en una gran casa, destacaba
mucho, estaba en un claro en medio de un bosquecillo de eucalipto, y era
exageradamente grande en comparación con las casas de las cercanías, le
pregunté a mi primo que si sabía algo de esa casa, él contesto que no, nunca
andaba por esta zona ya que quedaba bastante lejos de donde vivía. Con un aire
de curiosidad, decidí entrar en esa casa para ver que había, tenia pinta de
estar abandonada hacia ya bastante tiempo, mi primo decidió quedarse fuera
haber si en el bosquecillo estaba el dichoso caballo. Él se lo pierde, si
encontraba algo chulo sería para mi solo.
Me adentré en esa vieja mansión,
aparentemente no había nada del otro mundo: polvo, escombros, algún mueble
que se olvidaron sus dueños... Sin embargo el ambiente era muy gélido a pesar
de ser un día muy caluroso a fuera.
Seguí con el paseo sin obtener nada,
decidí mirar los cuartos superiores, y abrí una de las habitaciones, tenía
una iluminación demasiado escasa, asique decidí usar la linterna del móvil y
vi algo blanco relucir bajo unos escombros que debían de ser el techo
putrefacto que se había caído. Me acerqué y observe con horror y apunto de
vomitar de lo que se trataba, era la cara de un bebé sobresaliendo de los
escombros, su cara era extrañamente blanca, pero sin ninguna imperfección
aparte del polvo que tenía. Esa imagen era horrible, quería salir de allí
ahora mismo, esa casa ya no me gustaba un pelo. Me di la vuelta y cuando iba a
salir por la puerta por la que entre a ese cuarto escuche un sonido a mi
espalda como de algo moviéndose, reptando, estirándose y moviendo los
escombros. Crick, crack, Crick, crack, sonaba en esa habitación, ya no eran los
escombros lo que hacía aquel ruido, era el de huesos chasqueando. Con miedo me
volví y me quede paralizado y lívido, lo que tenía ahora delante de mí era
horrible y grotesco. La cara del bebe era lo mas normal de esa cosa, mantenía
los ojos cerrados, esa cabeza estaba conectada por un cuello serpentino
constituido por vertrebas punzantes acabada en un torso de apariencia
esquelética, con el cuerpo tan lívido como la cara del niño, solo mantenía
la carne en la zona del pecho, se lenvantaba hasta ponerse a mi altura usando 2
enormes brazos, acabados en filosas garras, y en vez de piernas, acababa en una
especíe de larga cola semejante a la medula espinal de un hombre, sin embargo
mucho mas larga y robusta. La cara inquietante del bebe apuntaba hacia mí
abrió la boca y chillo. Un chillido que hubiera sido capaz de romper
cristales, que denotaba dolor y horror. Estaba aterrorizado y asqueado, apenas
podía moverme. Esa cosa empezó a reptar a gran velocidad hacía mí,
crujiéndose sus huesos y gritando con esa horrible voz, salí de la
habitación, pero esa cosa era rápida, mucho mas rápida que yo. Estaba apunto
de arrinconarme, no me daba tiempo a llegar a la puerta, ¿ese era mi final? Esa
cosa se detuvo delante de mi, moviendo el huesudo y largo cuello provocando que
la cabeza hiciese va y venes exagerados y continuos.
Sus brazos se preparaban para dar un
salto, algo q probablemente me alcanzaría. Presa del terror solo pude hacer
una única cosa. Me lancé por la ventana, rompiendo el cristal.
Caí desde ese 2º piso dándome de
bruces contra el suelo, perdí la consciencia.
Me desperté tiempo después estaba
apoyado contra un árbol y mi primo me estaba tirando agua a la cara. Me
preguntó que que me pasó en aquella casa. Empalidecí al recordar lo que hace
unos momentos me había pasado, como ese monstruo gritaba y se e abalanzaba. Mi
primo fue al único que le conte esa historia y parecio creerme, nunca me
había visto tan afectado. A nuestra familia le contamos que me había caído y
me había roto una pierna, la excusa funcionó. Sigo atemorizado por haber
tenido cara a cara a ese monstruo y desde ese día no me acercó por esa zona. Sin
embargo, cada vez que duermo en mí pueblo, me parece oir a lo lejos los
chillidos de aquel engendro...
Miguel Guimarey Lesmes