No tengo palabras para describir el valor y la fuerza de voluntad que demuestran todas las personas que pertenecen a la Unidad Terapéutica Educativa de Villabona, tanto los internos como las personas que están con ellos ayudándoles a reinsertarse. Realmente creía que la visita consistiría en enseñar a los alumnos las instalaciones del centro, pero lo que he visto hoy me ha enseñado más que todas las celdas cochambrosas que tenía en mente.
En el primer momento me sentí decepcionada por las famosas rejas de las que tanto nos habían hablado. No me pareció para tanto la experiencia. Mi disgusto aumentó cuando nos dijeron que íbamos a la zona “light” de la cárcel. Nos acompañaban los alumnos del colegio Santo Tomás de Aquino, de La Felguera.
Aquello no se parece en nada a lo que yo me imaginaba que era una cárcel, me parecía demasiado bonito.
Nos pasaron a una sala donde teníamos unas sillas para sentarnos. Enfrente de nosotros nos esperaban unos 20 o 30 presos farmacodependientes, todos pertenecientes a la UTE, todos con el mismo deseo en mente: liberarse de una vez de las drogas, las cuales los habían llevado a tan lamentable situación. Nos contaron sus experiencias, como poco a poco y sin darse cuenta, se fueron metiendo en ese atractivo mundo destrozando sus vidas y también las de sus familias. Durante toda la charla, que duró una hora y media aproximadamente, no dejaron de insistirnos en que no debemos seguir su ejemplo, apartándonos de ese camino cuanto más podamos mejor.
Mi conmoción aumentó cuando salimos de la sala, ahora en un grupo más reducido, y nos dirigimos a otro cuarto para seguir charlando. Ahora nos tocaba a nosotros, a los estudiantes, contar nuestros hábitos del día a día o fin de semana, donde están muy presentes el tabaco y el alcohol, que aunque también son drogas, al estar más socializadas las tenemos menos en cuenta. He dejado de fumar hace una semana, pero gracias a su charla mi consumo de alcohol va a descender mucho. Me gustaría decir que lo dejaré totalmente pero aun tengo el pensamiento de que no es tan malo como ellos cuentan. De todas formas, les agradezco mucho sus consejos y la forma que han usado para abrirme los ojos. Fueron agradables y simpáticos con nosotros durante toda la visita, y nos han ayudado a mentalizarnos en contra de todos esos malos hábitos.
Finalmente los propios internos nos enseñaron un poco las instalaciones de la UTE, como el gimnasio, los patios, las celdas y el comedor. Las celdas me sorprendieron bastante. Solo había dos presos por celda y además tenían encima del escritorio un pequeño pero moderno televisor. Nunca me imaginé que los internos disfrutaran de esas comodidades. Justo en el momento que estaba pensando en ello, uno de los presidiarios que nos acompañaban nos cerró la puerta desde fuera. Grité. Sentí una enorme angustia al verme encerrada en una habitación sin poder salir. Cuando después de reírse un poco de nosotros nos dejó, salir pensé lo mal que lo había pasado yo durante los pocos segundos que estuve allí dentro cerrada. No quiero ni imaginarme como lo pasarán ellos. Sentí mucha pena.
He aprendido mucho en esta visita. Ellos nos dijeron que no debemos ser nada tolerantes con las drogas, y en mi caso lo han conseguido. Me conmovieron. Solo espero tener la oportunidad de volver y seguir aprendiendo.
Claudia Pastor Rodríguez