domingo, 28 de noviembre de 2010

Uno + Uno


Uno

Era una de esas chicas a las que pitan los coches cuando camina por la acera, de esas a las que muchas envidian y muchos desean. Era una chica formal, le gustaba leer y la música muy alta, los paseos por la playa y el café después de comer. Quizá fue su inocencia la que la hizo cambiar sus libros por alcohol, sus canciones por llantos y lamentos, sus paseos por muchas tardes vomitando en el retrete y su café por mil pastillas de colores. Sus caderas perdieron la gracia, su cara se volvió pálida y chupada, y sus dientes adquirieron un color amarillento. Sus piernas estaban rodeadas por una fina capa de piel que conseguía que no la confundieran con un esqueleto y al mirar sus brazos solo un idiota pensaría que se sacaba sangre a diario. Poco a poco la fueron dejando tirada, sus amigos, su familia... Nadie entendía porque aquella chica tan encantadora ya no hablaba con nadie, ni siquiera sonreía. Y pasó un mes, y otro, y un año, y el día menos pensado, en los baños del metro, una limpiadora de encontró el cuerpo inerte y estropeado de una joven con una jeringuilla en el cuello y una mueca de dolor en la cara que recordaría para siempre.


Dos

Siempre que me ve llegar se le iluminan los ojos a la vez que esboza una sonrisa, y cuando estoy lo suficientemente cerca me besa en los labios apretándome contra su pecho, y cuando el beso se convierte en abrazo apoyo la cabeza en su hombro a la vez que huelo con fuerza su colonia. Es mi favorita, y tengo la certeza de que se la ha echado para mí.

Srta. Pastor